Me enamoré de Luis Miguel. Como una mujer que no se valora, caí rendida al fuego en la hoguera del sexo duro y un amor pasivo agresivo.

Fue un día del trabajo en el Zócalo de la Ciudad de México. Llegó minutos antes. Me contó que había esperado a lo lejos porque quería ver cómo soy. Necesitaba observarme y así saber si se acercara o no. Yo pienso que él no quería tomar riesgos porque nunca me había visto en la vida real. Aunque me intriga averiguar qué riesgos evita. Por segundos nos quedamos congelados evidentemente con ansias de besarnos. No pasó.

Caminamos por el centro hasta llegar a una cantina. LuisMi pidió un clamato, yo pedí una Victoria. Entre los temas que hablamos recuerdo que interrumpió mi platica !VEN! me tomó de las mejillas y casi olvidé el hecho de que, cuando nos conocimos, después de intercambiar fotos, mencionó en algún momento algo sobre alguna afiliación a un partido político casi como un Performance. No puse mucha atención.

Llegamos a su casa. El sol cayendo y el cielo oscurecía. Me llevó a su habitación, comenzó a besarme el cuello con fuerza, fue súbito y no me molestó.

Hubo un punto en el que experimenté un dolor fuerte que después se convirtió en el principio de un orgasmo que me hizo escuchar su respiración como un taladro a punto de reventarme la vagina. Mis labios punzaban y todo alrededor era fluidos. Mis piernas temblaban y tuve que caer de rodillas con sus manos rodeando mi cabeza y empujando poco a poco mientras se embarraba todo en mi cara. No me importaba, no mezclo posturas ideológicas con deportes de cama, aunque definitivamente el escenario invitaba a considerarlo, pues después vi el potencial de la situación para tornarse en un paraíso extraño.

Días después — domingo — nos vimos en mi departamento, escuchamos música y tomamos MDMA... El día era gris y perfecto.

No pasó mucho tiempo cuando ya tenía su cuerpo sometiendo al mio contra en el filo de una pared. Su cuerpo se pegaba al mío con fuerza y su cráneo empujaba el mío mientras mi mejilla derecha se calcaba en el muro y la izquierda recibía lamidas presurosas y caricias duras con la barbilla, los labios y el filo de sus dientes sobre mi cara. Necesitaba que arrancara ni ropa pero pronto noté un fetiche que él comenzó a dibujar en mi vestido y yo no hice nada para detenerlo.

Por alguna razón, el lazo que empecé a desarrollar hacia Luismi era un lazo nuevo, como de un tipo de hermano que nunca tuve y comenzó el remolino de fetiches incestuosos.